escriure. sobre coses que veneres. d'això no se'n pot dir una feina. dedicar paràgrafs a la bellesa com a objectiu vital. entusiasme, militància, pop esfèric i totes aquelles coses tantes vegades i tantes descrites.
"Épica detallista. Pura evocación a la grandeza. Será un clásico. Esto
es lo primero que se perfila en la mente con ‘L’amor feliç’ (The Rest
is Silence, 2012) que acaban de publicar los catalanes Mishima; el sexto
disco de su carrera. Cabe no dejar esta cifra al aire. Subrayarla y
resaltarla. Para recordar a los recién llegados que Mishima tiene seis
discos en su haber. Más de diez años de militancia artesana. Y dos
primeros discos cantados en inglés que son brillantes y premonitorios (y
que algunos nos dejamos las yemas de los dedos en las tiendas de discos
buscándolos porqué estuvieron mucho tiempo descatalogados).
‘L’amor feliç’ se presenta como un escalón más de la persistencia en
el camino de la peregrinación a la belleza de los chicos liderados por
David Carabén. Una nueva entrega de futuros himnos. Manuales de
instrucciones para saber cómo conjugar texturas de sonido, prosa poética
teñida de formas intelectualistas con ritmos tintineantes y repicantes
que se enganchan con cola en la cabeza. El tema del amor sirve como
excusa temática para hilar un discurso de doce pistas. El propio Carabén
cuenta que el amor del que se habla es el que viaja entre el concepto
más institucional y el más romántico/pasional. Una especie de suerte
conceptual que cabe resolver mediante la escucha atenta. Porqué a veces
las canciones no solucionan nuestras preguntas, sino que nos dan alas al
debate y motivos, como los colores del anochecer. Asimismo, esta
concepción temática viene solidificada con la aportación musical de la
relativamente nueva base rítmica del grupo. Alfons Serra a la batería y
Xavi Caparrós al bajo, enrolados desde la gira de ‘Ordre i Aventura’
(Sones, 2010) han participado por primera vez en el proceso creativo. Y
este hecho parece desprenderse en la sonoridad del disco. Compactada,
rica en amplitud, profundidad y capas de sonido. Estructuras más
complejas. Milimétrica ejecución circular a diez manos de pulcros planos
melódicos. Todo ello un conglomerado virtuoso despachado en doce
pistas. Una docena de canciones que necesitan de reposo. Como si
insufladas de taninos con necesidad de respirar estuvieran, las piezas
de ‘L’amor feliç’ pueden llevar a cierto desengaño en un primerísimo
momento. Pero sean pacientes. El placer es proporcional al tiempo que se
tarda en obtenerlo. Pop para servir orgasmos.
La vella ferida es la encargada de abrir el fuego. El piano
parpadeante de Marc Lloret, ráfagas de batería y toques de xilófono
eclosionan en un remanso vocal que nos da cierta tregua del repiqueo,
para seguir avanzando en una balsa final de tiempos lentos que nos deja
resoplando. La fiesta empieza a avecinarse con Els vespres verds, con su
tintineo de cuerdas y platos, para eclosionar en un final destellando
épica, recordando un poco a otras misticidades com Sant Pere. Llega Ull
salvatge y con ella los Mishima más reconocibles. La afilada guitarra de
Dani Vega, una sinuosa línea de bajo, versos y conceptos encadenándose
en una cadencia medida. Oda femenina a la perfección en sus formas.
Buenos preludios que van preparando el aterrizaje de L’última ressaca.
El pop de manual. El single que todo grupo quiere componer. Instantes de
ligereza redonda para seguir hacia las profundidades. Como en Els
crits, donde Wilco se nos hacen tan presentes. Gritos a la angustia
(como si se tratase de las jaquecas de Jeff Tweedy) aderezados con
bandazos en forma de crescendo con fondo de agudeza femenina, arreones
melódicos para secar el aliento. El meridiano del LP señalado con la
recitada El que em van dir, que nos evoca a los virtuosos versos de Joan
Maragall en Els ametllers, y nos señala un emocionante cenit mediante
palabras certeras. “L’immens poder de sentir en l’onada, un sol batec”.
Recuperarse de la bofetada poética y pararse en El camí més llarg. Aquí
hay incesante punteo de guitarra para moldear la metáfora que la
felicidad se nos hará siempre más familiar en el camino que en el
destino. Es entonces cuando Mishima ya nos han preparado para el
despliegue de No existeix l’amor feliç, la adaptación de Il n’ya pas
d’amour heureux. Afrancesada poesía prosaica. Decálogo de todo el disco.
Manifiesto sobre el concepto amoroso. Goerge Brassens no pontifica,
solo dispone herramientas a la neurona. Tanto vuelo metafórico no nos
produce vértigo, pues ya encontramos Ossos dins una caixa. Relato
desengrasador con personajes a lo Bukowski y un estribillo coral para
salir a la calle y cerrar el puño. El discernimiento se nos es devuelto
con No obeir, enigmática composición que camina por senderos tranquilos
hasta desembocar en uno de aquellos pasajes homéricos y instrumentos
contorneándose, donde los Mishima tan bien se desenvuelven. El final se
acerca, y con él la vaporosa adaptación de un poema de Rilke (la belleza
a estas alturas ya es incontrolable), y Ningú m’espera como epílogo con
un paso hacia una oscuridad brillante, llena de versos inteligentes,
repicares de batería y guitarras sinuosas. El final de un trayecto que
no podemos más que aplaudir. El pop en su vertiente más trabajada,
pensada y brillantemente ejecutada. Belleza insistente y evocadora.
Mishima, artesanos de la épica cotidiana. Brillantes."
Oscar Villalibre
àudio: mishima: la vella ferida
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